martes, 17 de febrero de 2009

ARTÍCULO

Er Desván
Arraigo, posesión y desempeño económico


De pequeño, tres eran tres: ser, estar y, a veces, parecer. En la era de las apariencias, en cambio, continente es contenido, la imagen deviene esencia y lo que ves es lo que obtienes. Ser es tener, y si el individuo no tiene nada, no es nadie. Empero, la satisfacción ilimitada de los deseos no produce bienestar, ni es el camino de la felicidad.

Tras la
magistral argumentación de S. McCoy hace apenas diez días, ahorro contexto y me embarco, con su venia, rumbo a las aparentes relaciones entre arraigo, posesión y desempeño económico.

La reflexión parte de un ser humano que prescinde de sus raíces naturales en la medida en que descubre nuevas raíces humanas, evitando así el aislamiento y desamparo. El alejamiento de la naturaleza obliga a desarrollar la razón, a levantar un mundo de ideas, principios y cosas que la reemplacen como base de la existencia y la seguridad. Así, el
talento patrio esboza la evolución de un ser humano circunstancial, inadaptado al medio natural, sumido en una sensación de soledad e indefensión. Impulsado a la construcción de un entorno artificial y a rodearse de cosas propias, adapta el medio y la realidad a su conveniencia.

Ávido de procurarse seguridad y confort para sí y los suyos, emigra a la tecnópolis que nunca duerme y donde todo va muy deprisa. Demasiado. El ahora urbanita gira e gira, se deja llevar, sucumbe a los encantos de la gigantesca mole donde lo que acontece no es cosa de nadie. Los vacíos de soledad y desencanto se llenan con bagatelas y, la alienación ciudadana, con sobrecarga de estímulos.

Ser libre quiere decir carecer de identidad constitutiva, no estar adscrito a un ser determinado, poder ser otro del que se era y no poder instalarse de una vez y para siempre en ningún ser determinado. Lo único que hay de ser fijo y estable en el ser libre es la constitutiva inestabilidad.

La búsqueda de la libertad y la huída de la infelicidad discurren parejas por los caminos de las posesiones materiales. Ser es parecer, parecer es tener y, para tener, hay que poder. Y si no se puede, se recurre al crédito. Entramparse para vivir por encima de posibles aparentando dicha y libre albedrío. Pero lo que no son cuentas, son cuentos. De hadas o cocos.
Otros, y éstos son los más señores y todos los que lo quieren parecer, enferman de deudas; y por no pagar sus trampas se huyen, fingiendo una melancolía, a una aldea, y desde allí hacen el coco a los acreedores.

Un mecanismo psicosocial que combina deseos de arraigo, seguridad, próspera estabilidad y riqueza material con inmoderado animus lucrandi, histeria colectiva y un cóctel de culpas in vigilando e in comitendo. Una y otra vez, el inconsciente colectivo cultural repite patrones de conducta irracionales, ya sean burbujas de
tulipanes neerlandeses, de acciones de los mares del Sur o de soleados bienes raíces en Florida, sin que nadie ponga pie en pared ni, aún peor, se den por enterados. Aventado el éxtasis, El Dorado ladrillero deja paso a la tragicómica interiorización social de pasapiseros, pepitos y visilleras.

Spain is different

Sin embargo, los efectos perversos de la desilusión y el fracaso colectivos se trasladan al ámbito socioeconómico con virulencia renovada. Dado el componente móvil de cualquier grupo social, habitualmente integrado por jóvenes inquietos, adaptables y sin excesivas ataduras, el enraizamiento generalizado a través de la propiedad inmobiliaria cercena agilidad y dinamismo. Las estructuras productivas se vuelven menos flexibles y, a medida que desciende la movilidad de factores, los incentivos económicos para atraer trabajadores desde sectores recesivos hacia sectores expansivos se vuelven ineficaces. Factores relativamente inmóviles generan ofertas inelásticas a corto plazo. Elemental.

A las dificultades propias de cualquier cambio de localización, se une la imposibilidad de liquidar, en un mercado colapsado, el bien inmobiliario y la financiación aparejada. Quitarse el marrón, glacé, no es fácil. El arbitraje, casi exclusivo de las clases pasivas que ganan con cambios residenciales, y el insufrible coste adicional de un alquiler, cierran el círculo vicioso de arraigo, propiedad, inmovilidad y rigidez. Un círculo fomentado desde los poderes públicos, a todos los niveles, mediante políticas de suelo, vivienda protegida y ventajas fiscales. Discriminación positiva en detrimento último de la movilidad y la competitividad.

De media,
ocho de cada diez cotizantes trabajan en su comunidad autónoma de nacimiento y siete de cada diez lo hacen en la misma provincia en la que iniciaron su actividad laboral. Más de la tercera parte de la población concentrada en sólo cuatro núcleos urbanos y áreas de influencia. Según el último censo de población y vivienda (2001), casi nueve de cada diez viviendas familiares lo son en propiedad, el 80% del parque inmobiliario español frente a la media comunitaria del 66%. Espectaculares cambios en la tenencia de activos y deudas entre 2002 y 2005.

Sólo la
movilidad de los trabajadores extranjeros ha aportado una mínima flexibilidad a nuestra estructura productiva, si bien las diferencias culturales y de integración social producen fenómenos de asentamiento dispares, cuyos efectos a largo plazo son desconocidos pero conjeturables.

Castigo en propiedad

Además, la insuficiente
movilidad laboral lastra nuestra característica escasa competitividad, en un contexto internacional convulso y cambiante que exige decisión, agilidad y adaptabilidad. Una España en el seno de una UEM construida en torno a las proposiciones del Informe Emerson, una moneda común circulando en un Área Monetaria Óptima que dista de serlo, y el modelo de crecimiento neoclásico de Solow, según el cual el estado estacionario, el equilibrio a largo plazo, no depende de la tasa de ahorro, ni del tipo de interés ni de la entidad del stock de capital, sino del incremento de la mano de obra y su eficiencia productiva debida al progreso tecnológico. Mal andamos.

La Vieja Europa se rejuvenece pasando por quirófano en sucesivas ampliaciones y abriendo sus fronteras para incorporar nueva mano de obra competitiva en costes. Esto genera cash para las arcas públicas y mejora, temporalmente, las tasas de reemplazo generacional y los ratios de dependencia, maquillando la insuficiencia fiscal y los deficitarios e
insostenibles sistemas de protección sociales. Muertas las devaluaciones cambiarias, sólo queda la alternativa de rescatar la desinflación competitiva, basada en aumentos de productividad, austeridad fiscal y moderación salarial. Acabáramos.

Aunque el progreso tecnológico incrementa la productividad en el sector de los bienes exportables, abaratando costes y ganándose competitividad, en el caso de los bienes no exportables, como vivienda y servicios personales, la menor productividad genera mayor rigidez estructural en costes y precios cuanto mayor sea el peso de dichos bienes en la economía, debido a la ausencia de competencia internacional efectiva sobre los mismos.
Efecto Balassa-Samuelson.

Estos diferenciales de productividad, costes y precios forjan un descenso de competitividad, medido a través de la apreciación del Tipo de Cambio Efectivo Real (
TCER). En situación de moneda única, la competitividad española puede deducirse a través del IPC o del deflactor del PIB, dejándonos en penúltimo lugar de la eurozona, o mediante el coste laboral unitario, donde factores como el dumping social y la economía sumergida mejoran nuestra posición relativa.

En apenas tres generaciones, hemos pasado del si tú me dices ven, lo dejo todo, mano delante, mano detrás y hatillo al hombro, al anquilosamiento e inmovilidad de quedarse a verlas venir, bajo techado y hartos de cachivaches. Indolente comodidad, exceso de confianza. Sin posibilidad de
competir fiscalmente, siempre quedan las ayudas de Estado, el déficit público sin temor al exceso y el inagotable endeudamiento soberano. Un panorama desolador para una España cada vez menos vertebrada y más abocada a la fractura social, económica y financiera.
Fuente: Cotizalia/Fernando Suárez

EN EXCLUSIVA

Er Desván

El gafe que tenía residencia fija en el Ministerio de Fomento parece haber cogido el 27, el autobús que recorre el Paseo de la Castellana, para instalarse una temporada en el número 162 de esa arteria madrileña donde tiene su despacho Miguel Sebastián. Y es que a Industria se le abren vías de agua con respirar. El Plan Integral de Automoción ha tenido la rara virtud de concitar todas las adhesiones… en su contra, el acuerdo con las eléctricas para cerrar el déficit de tarifa no llega mientras se aproxima el deadline fijado para finales de este mes y hasta la OCU ha pedido al Ministerio que suspenda la facturación mensual de la electricidad tras el aluvión de reclamaciones. Sin contar con un arranque de año trufado de críticas al ministro por los límites que concede a la paciencia del Gobierno y su apuesta made in Spain.
La mañana de Sebastián empezó ayer con uno de esos datos que te amargan el día desde el desayuno. Los fabricantes de automóviles publicaban que las matriculaciones de vehículos industriales habían caído casi un 73% en enero. Eso después de que la patronal Anfac hubiera mostrado su indignación –disfrazada de “desilusión”- por la falta de medidas de estímulo a la demanda en el Plan Integral o de que los concesionarios se sintieran excluidos de la iniciativa y hablaran de ella como un parche. Faltaban los sindicatos, que ayer se sumaron al aquelarre con energía. CCOO aseguró que el proyecto nace vacío de contenido y que “no es de recibo cuantificar el plan integral con más de 4.000 millones cuando la mayoría del aporte económico ya estaba contemplado o proviene de proyectos ajenos al sector de la automoción”.
Y continuó con un ataque demoledor, casi sonrojante. CCOO acusa al Ministerio de Industria de no haber consensuado el documento que fue a Consejo de Ministros –“a la reunión que a finales de enero sirvió como primera toma de contacto no le sucedió otro encuentro para debatir entre todos el documento que finalmente se aprobó”- y asegura que utilizó “el método de la contestación por escrito para reclamar la opinión de los colectivos afectados”. El sindicato que ahora dirige Ignacio Fernández Toxo, en una nota formulada a través de su Federación Minerometalúrgica, cuestiona el vehículo híbrido-eléctrico, pide también incentivos directos más allá del Plan Vive y hasta advierte que las medidas laborales que propone Sebastián “podrían dilatarse un año” al condicionarse al diálogo social.
Demasiado entre manos
Tampoco están muy contentas con el ministro las eléctricas, aunque aquí el discurso es más contenido a la espera de ver cómo evolucionan las negociaciones para resolver el problema del déficit de tarifa. “No es un problema de pasividad –indican fuentes del sector-. El Ministerio está hiperactivo y a lo mejor el problema está precisamente ahí. Se necesita más tranquilidad para acometer cuestiones complejas como el déficit. Las eléctricas necesitan ver los números y parece que en Industria están en tantas cosas que no tienen ni tiempo para poner el acuerdo negro sobre blanco”. Estas fuentes prácticamente descartan que pueda cerrarse un pacto antes de que acabe febrero, como había avanzado el ministro.
¿Hasta qué punto juega el calendario electoral? No parece que beneficie al PSOE anunciar una subida de la luz, aunque sea diferida en tres o cuatro años, en plena campaña electoral y en plena crisis. El propio ministro, que corrió a anunciar un acuerdo con las eléctricas antes del 31 de diciembre para poder acometer una subida del 3,5% en enero, ya dijo que hasta julio no habría subida, en lo que supone toda una declaración de intenciones. “Es posible que hasta les interese retrasar el acuerdo”, conceden estas fuentes a sabiendas, como admite Industria, que solucionar el déficit de tarifa es necesario pero no muy popular. No en vano acompasar el coste real de la energía con los ingresos de la actividad regulada obligaría a subir la luz un 30%, de acuerdo con los cálculos efectuados por la propia Comisión Nacional de la Energía (CNE).
A día de hoy, las eléctricas conocen las líneas maestras de lo que les toca, pero no lo detalles. Saben que tendrán que sufragar un bono social, pero dicen no saber si se fijará en función de la renta o del consumo. Ni su cuantía. Tampoco el umbral en que se fijará a partir de julio la Tarifa Último Recurso (TUR), precio máximo de la energía para particulares. “Por debajo de cinco kilovatios afecta a 13 millones de clientes. Si el umbral es 10 kilovatios, a 19 millones, y ahí por definición hay empresas”, se explica. Y así con todo. Las eléctricas ya cuentan con el compromiso de que tendrán un aval del Estado para titulizar el déficit de tarifa pendiente, en el entorno de los 13.000 millones hasta 2008 según cálculos de la CNE, pero advierten que cada día que pasa el coste de financiación crece y los rating empeoran.
¿Por qué no esperar?
A estos dos problemas de calado se han venido a sumar convidados de última hora. Una de las cosas que ha podido retrasar a Industria son los problemas que ha suscitado el nuevo sistema de facturación mensual de la electricidad, uno de los empeños de Sebastián para hacer más transparente la tarifa eléctrica, que los consumidores tuvieran una referencia más clara de su gasto y favorecer así el ahorro energético. Una buena medida sobre el papel mal implementada y que ha terminado con la apertura de una investigación por la Comisión Nacional de la Energía por los posibles excesos en los cobros por parte de las compañías eléctricas en las facturas de enero y febrero.
Desde las compañías tienen claro a quien apuntar. “En octubre se avisó al Ministerio de que podía ocurrir lo que ha pasado. Que era mejor arrancar en marzo, cuando técnicamente es más fácil, y no en enero, cuando no se va a tener una lectura real de los contadores. Además, en el inicio de año se juntaba la revisión al alza de las tarifas con la certeza de que la facturación tenía que basarse en una estimación… Pero el Ministerio de Industria decidió no esperar”, se explica desde el sector eléctrico. Las bajas estimaciones de diciembre provocaron una lectura real muy elevada en enero, lo que disparó las cuantías. La OCU apostó ayer por zanjar la cuestión de un plumazo y suspender la facturación mensual.
Para rematar, el consejero de Economía y Hacienda de la Comunidad de Madrid, Antonio Beteta, envió una carta a Sebastián para que “ponga con urgencia todos los medios” con el fin de evitar que parte de la producción del grupo EADS se traslade de España a Toulouse, después de la decisión del consorcio aeroespacial de disolver su división de aviones de transporte militar, única unidad dirigida íntegramente en nuestro país, e integrarla en Airbus, según publicaba ayer el diario Abc. Beteta cuantificó que se perderían 4.500 puestos de trabajo directos y 40.000 indirectos e instó al Ejecutivo a que se imponga en la negociación. España posee un 5,5% en EADS a través de la SEPI.
El Ministerio de Industria ha decidió tomar cartas en el asunto ante esta espiral de malos pasos y ha decidido encomendar su plan para Estados Unidos, una de las iniciativas estrellas de Sebastián en materia de promoción y comercio exterior, a las más altas instancias. ¿Zapatero?¿Acaso Barack Obama? La presentación en Nueva York del proyecto, que cuida con mimo el Icex y que con toda probabilidad contará con la presencia de los Príncipes de Asturias los próximos 16 y 17 de marzo, coincide curiosamente con la festividad de San Patricio. A este paso, el ministro no necesitará menos.
Fuente:Cotizalia/Daniel Toledo

ROBO POR ESTIMACIÓN

Er Desván

ESTIMO QUE ME ESTÁN ROBANDO EN EL RECIBO DE LA LUZ
Por Jenu



El Ministro Sebastián, demostrado está con los pasos dados, que es mejor cambiarlo por lo que sea, o como se dice ahora, “destituirlo”, o echarlo, como decimos llanamente en mi pueblo.
Son cagadas tras cagadas, no voy a gastar ahora mis relieves táctiles en enumerarlas, son muchas. Me voy a centrar en el recibito, o mejor dicho, recibón de la luz. Si estábamos pagando cada mes nuestro abultado e ininteligible recibo, ¿porqué ahora se ha de hacer cada dos? Uno real y otro por estimación. Estimación, que palabra. Yo estimo que me están robando.
La verdad, es que viendo lo que vemos, que cuando se cambia de alcalde se cambia el sentido de la circulación en pueblos y ciudades, porque poco se puede ya cambiar, se entiende que un ministro que nos dice a los que nos hemos quedado en paro, que esto se va a salvar consumiendo productos españoles, apaga –nunca mejor dicho (la luz)- y vámonos, que nos vamos. Y las bombillas de bajo consumo que por lo visto ¿nos van a "regalar"? están fabricadas en China, que solidario con los bazares...
Creo que ya va siendo hora de dejar de hacer comentarios en los bares e irnos a denunciar todo lo denunciable, hasta que haya que denunciar al abogado, al Fiscal, al Juez, o al Ministro, salir a la calle con una pancarta a cuenta de las subvenciones de los sindicatos, utilizar un megáfono de marca española, y gritar a los cuatro vientos que España está plagada de chorizos, eso sí, de cerdos ibéricos.
Ya lo dije un día, al final, nos obligarán a follar a oscuras, o a tomar temperatura encima de las piedras como los lagartos, y a meternos en la misma cama todos los componentes de la unidad familiar, a acostarnos a la hora de las gallinas, para ser austeros, para levantarnos cuatro horas antes que abran el Inem y calentarnos la cabeza para ver que le ponemos al bollo que le hemos mangado a la vecina, y si la cama se compró cuando el boom de la construcción cuyas medidas serían de 2X2, podremos meter con nosotros, al Ministro, al especialista de la Junta, al alcalde, el concejal de energía, al de la luz (el propietario del Jaguar) y si cabe, al que hace las lecturas de los contadores, por lo menos estaremos en igualdad de condiciones a la hora recibir ventosidades, y habrá alguien que arbitre, regule, contabilice y reparta, entonces si podremos decir que por lo menos en nuestra cama que es España, existen los mismos derechos para todos y por igual, de otra manera, se notarían mucho las diferencias, ya que no es lo mismo comer fabada que marisco.

ARTÍCULOS PARA NO OLVIDAR

Er Desván
El peso de la calle
MANUEL DELGADO
Se suponía que el protagonismo de las multitudes en la historia y la política era cosa del pasado. Una amable movilización puntual cada cuatro años, consistente en salir de casa para ir a votar y volver, garantiza la buena marcha del sistema democrático. En cambio, es obvio que la idea de que el ciudadano puede y debe ejercer maneras de participación directa en los asuntos públicos, basadas en la apropiación colectiva del espacio público, mantiene una actualidad absoluta, confirmada en los últimos años incluso en las sociedades de capitalismo avanzado. El peso central de la ocupación de calles y plazas por parte de fusiones humanas sobrevenidas no deja de constituir una especie de impugnación -o cuando menos de matización- de la democracia delegativa, puesto que son los propios afectados por ciertas circunstancias quienes toman la palabra por sí mismos, al margen de la mediación de sus supuestos representantes administrativos y fuera de los cauces reglamentarios a los que se supone que la opinión pública debe someterse para poder existir.
La ciudad de Barcelona es un buen ejemplo de ello. Lo demuestra un reciente estudio sobre el último medio siglo de ocupaciones vindicativas de la calle en la capital catalana: Carrer, festa i revolta. Els usos simbòlics de l'espai públic a Barcelona, 1951-2000, a cargo del grupo de etnografía de los espacios públicos del Instituto Catalán de Antropología, que acaba de publicar el Departamento de Cultura en el marco del inventario del patrimonio etnológico de Cataluña. Su asunto: la persistencia de estilos de apropiación coral de ciertos aspectos de la trama urbana -ciertos puntos en los que reunirse, desde los que partir en comitiva, por los que pasar, que eludir, en los que detenerse, donde desembocar- para hacer de ellos escenario en que los sectores sociales en conflicto o los grupos humanos agraviados dramatizan sus contenciosos.
Los últimos años han puesto de manifiesto el vigor de esa tradición barcelonesa de hacer elocuente la calle y la plaza por parte de coágulos humanos dotados de inteligencia y voluntad. En el último lustro, cada año y en torno a la primavera, como si de una cita inapelable se tratase, las multitudes se han concentrado y han deambulado por el sistema viario de la ciudad para expresarse contra situaciones consideradas inaceptables, con repercusiones que desmienten la inutilidad que se atribuye con frecuencia a este tipo de rituales modernos. Repasemos la lista.
Mayo de 2000. Miles de personas se expresan en público en rechazo del desfile del Día de las Fuerzas Armadas que se pretende celebrar en lugares céntricos de la ciudad, entendiendo la exhibición de las tropas como una especie de usurpación contaminante que no cabía tolerar. Finalmente, el acto militar tiene que llevarse a cabo en un rincón marginal de la ciudad y casi a puerta cerrada.
Junio de 2001. El anuncio de una reunión del Banco Mundial suscita planes para el rechazo público de otra presencia considerada inaceptable. La perspectiva de disturbios -que se habrán de producir igualmente- hace que los convocantes del encuentro económico internacional suspendan su realización. Decididamente, Barcelona da miedo.
Marzo de 2002. La cumbre de jefes de Estado y de gobierno europeos es interpretada nuevamente como un intento de intrusión por parte de una entidad extraña detestable. Negándoles su hospitalidad, la ciudad obliga a los grandes mandatarios del continente a acampar a sus puertas y les hace inviable la mínima visibilización en su interior. Una Barcelona ocupada por la policía advierte de que no está dispuesta a aceptar la presencia de ciertos indeseables en sus calles.
Febrero y marzo de 2003. Colosales movilizaciones contra de la guerra en Irak, consistentes en una ocupación poco menos que permanente de las calles de la ciudad, deslegitiman los planes belicistas gubernamentales y llegan a tener repercusión mediática mundial. El último episodio lo tenemos bien presente. Marzo de 2004. Muchedumbres urbanas agitándose arriba y abajo
vuelven a tomar la palabra en Barcelona para expresar su indignación contra la infamia de los poderosos.
Lo interesante es que esa vitalidad social cíclicamente activa ha sido encauzada por plataformas cívicas ajenas -e incluso hostiles- a las instituciones políticas y ha aparecido dotada de unos altos niveles de espontaneidad y autogestión. Novedad relativa puesto que, de hecho, las consignas que circularon vía móvil o Internet para convocar a la protesta el sábado 14 de marzo no fueron sino una versión de los mismos mecanismos subterráneos que hicieron posible, por ejemplo, la célebre huelga de tranvías en Barcelona en marzo de 1951. Incluso acciones de masas convocadas institucionalmente, como la de diciembre de 2000 contra el asesinato de Ernest Lluch o contra los atentados de Madrid el pasado 13 de marzo, acabaron convirtiéndose en protestas contra autoridades presentes en busca de legitimidad.
Se dice que la ciudadanía vive narcotizada por los medios de comunicación. ¿La democracia?: una comedia que sólo requiere el gesto mecánico de depositar un voto cada cuatro años. Desmintiendo tales efectos ópticos, en Barcelona, año tras año, rejuvenece el viejo impulso de bajar a la calle para encontrarse con otros, desvelando así una antigua verdad. Los poderes, en lo alto, creyéndose su propio sueño de control sobre un mundo social del que en realidad no saben nada. A ras de suelo, una pura energía colectiva siempre dispuesta a cambiarlo todo de sitio. Abajo, una potencia sin poder. Arriba, un poder impotente.
Manuel Delgado es profesor de Antropología en la Universidad de Barcelona. 20/03/2004

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