jueves, 21 de agosto de 2008

FUENTE ALTA EN BENAMAHOMA


Esta fuente emana para mi modesto paladar, el mejor agua, la más fresca, la más limpia, el agua que durante años ha calmado mi sed.
Pocas botellas de agua mineral se deben vender en Benamahoma.

miércoles, 20 de agosto de 2008

ARTÍCULO


LOS POBRES
Por Jenu



“De tanto nombrarlos me pica la cabeza, al final,, tendremos piojos aunque de manera psicológica” Jenu

Todo el mundo se ha vuelto pesimista en España. De tanto hablar de crisis, al final, me lo voy a creer hasta yo,, que en definitiva solo soy pobre, eso es lo que creo yo, o por lo menos antes, lo era. Los pobres no padecemos la crisis de la misma manera que los demás mortales, no, tenemos una muy peculiar manera de llevar las cosas.

Antes los pobres éramos de otra manera, daba gusto vernos. Un pobre no usaba ropa de marcas, que va!! Eso era contra natura. Como mucho un remiendo más en los pantalones, o los refuerzos de skay que se usaban como coderas y rodilleras. Un pobre antes no tenía dos coches en su casa. El pobre antes tenía o bicicleta, motocicleta con serón para buscarse la vida, o sus sandalias, y el coche de Curro Montoro, que era el único taxi que había en el pueblo, o al menos al que avisaba mi madre para ir a Sevilla a casa de mi hermana antoñita. El coche de Montoso era antiquísimo, pero de gama alta.
Tenía 5 plazas, y unos asientos supletorios en el centro donde cabían 3 Viajeros más. Para ir a Sevilla nos levantábamos a las cinco de la mañana, iba casa por casa recogiendo a la gente, que como mi madre y yo, íbamos de viaje. Al llegar a Sevilla, era al revés, bloque por bloque, piso por piso para dejar a la gente hasta el mismo salón.
Los pobres antes compartíamos, y por hacerlo hasta compartíamos “el hambre”. Nos unía la necesidad. Ningún pobre le daba en la cabeza a otro con algo que se había encontrado, simplemente lo compartía. Para las amas de casa de entonces, a las que les sobraba tiempo para hacer muchas cosas, era una alegría llamar a la vecina para compartir un puchero que había comprado gracias a un buen día de rebusco de aceitunas que tuvo su marido. Se compartía porque nunca se sabía como estaría nuestra olla al día siguiente, lo más seguro es que estuviera vacía. Todos éramos pobres, no había término medio, o pobre, o rico, no había otra.
Ni tele, ni lavadora, ni Vitro, ni videoconsola, ni ordenador, ni nada de nada que se pudiera acercar a la comodidad.
Un baño de zinc lleno de agua en el patio nos alegraba el verano. Por la noche dormíamos en la azotea o en la puerta de la calle. Las tertulias en las puertas se prolongaban hasta altas horas de madrugada, pocas envidias había entre los pobres. Éramos felices teniendo la tripa llena.

Hoy en día, los pobres, son los que aparecen por las costas andaluzas, a cientos diarios, en vulnerables embarcaciones y con su hambre a cuesta. Aquí, en España hemos vivido una mentira, una ficción económica. Hemos pasado de la noche a la mañana de ser muy pobres a ser de una rara clase social, en donde un albañil ganaba más que un alcalde, y de repente, a ganar lo que se dignen.
El camino que llevan los números en nuestro país es convertirse en rojos, ya lo están, y nosotros con suerte, nos conformaremos con poner la olla cada día en nuestros fogones, que pasarán de Vitro a carbón de barbacoa, esto si nos lo permite nuestra hipoteca.

“Forra a un perro de oro y le llamarán Don perro”

ARTÍCULO

EL HIPERACTIVO Y EL HIJOPUTA




Por Jenu
Hay dos tipos de niños inquietos, revoltosos, algo así como hiperactivos; el que realmente tiene y padece esta enfermedad, y el hijoputa. Este último no la padece, pero se aprovecha de ella para realizar con inmunidad sus destrozos y fechorías varias. Sus padres hacen lo mismo para justificar la vergüenza que en algunos casos pasan. No es el caso de los padres que “pasan, de todo”, que son muchos en estos días.
El hiperactivo lo es siempre; esté con la madre, con el padre, con los abuelos, con una tía de Bornos, o con unos amigos de la familia. En cualquier circunstancia un niño hiperactivo cansa, agota a Dios y a su madre, es para que se hagan una idea, como tener once chiquillos de la misma edad, con el mismo pelo y con unas ideas que no se le ocurren ni a stephen king para sus películas, porque podrían herir cualquier cosa menos la sensibilidad.
A un niño hiperactivo no se le ocurre nunca nada bueno, siempre está maquinando cosas malas. Nunca está quieto, sus piernas y manos avanzan más Rápido que su mente, yo diría que a la velocidad de la luz.
Este tipo de niño tiene atemorizada a su familia, al bloque, a la calle, a la barriada y a la ciudad entera si se cruza en su camino.
Cualquiera que reciba la amenaza que a su casa va a venir ese angelito, solo o acompañado, le da algo, le descoloca, daría mil euros por un boquete.
El niño hiperactivo te desmonta la decoración de la casa en cinco minutos, y te ayuda a decidirte a la hora de si tienes o no que cambiar o renovar la vajilla o la cristalería, aunque su especialidad son los cuadros y las fotos enmarcadas, así como las figuritas de china y porcelana del mismo país.
Son críos de complexión endeble, los nervios se lo comen por dentro y por fuera, y no les para en el cuerpo ni la grasa.
Por lo general, por muy pobres que sean los padres, el niño, siempre –según sus padres- Está siendo tratado por un especialista, por el mejor, por el dinero; Psicólogo o Psiquiatra, que por cierto, está muy atento a esta visita por aquello de dar con tiempo las ordenes oportunas para que la enfermera desmonte de manera ordenada toda la consulta; quitar los diplomas del medico, los cuadros autenticos, las vasijas antiguas, la lamparita de la entrada, cubrir los muebles de caoba antiguos…
No son malos, no. Ahora, traviesos y dañinos, son un montón. Llegan a ser hasta cariñosos cuando se les da con el con que, pero de eso existen pocos antecedentes que yo sepa.
Hay que reconocer sobre todo que tienen un problema; ellos padecen la hiperactividad, los padres les padecen y les soportan a ellos.
Los padres del niño hiperactivo pasan la vergüenza cada vez que sacan a ese miura a la calle, y se aguantan lo que pueden porque saben que su hijo sufre un trastorno aunque de manera transitoria.
El hijoputa es un caso aparte.
El hijoputa es malo por naturaleza, al igual que mentiroso, aguafiestas, envidioso y sobre todo el nombre que le define, y que a la vez define a una parte de quien le debería haber dado un mínimo de educación.
Los padres del hijoputa no pasan vergüenza ya que ellos no la tienen.
No reconocen que su hijo es como es, ya que su hijo es como ellos, por tanto, si no saben de qué van ellos; ¿como coño van a saber de qué van sus hijos?
Los defienden a muerte, no consienten que le toquen un pelo, ni que le hablen mal. Al hijoputa se le enseña desde pequeñito a ser así.
Si un niño (por llamarlo de alguna manera) se propone no pagar en ningún sitio, lo consigue. Utiliza la táctica de acojonar a todo el mundo, a que el mundo se postre a sus pies, a que las mandíbulas de los demás se les postren a sus puños. El hijoputa se nutre de un problema tras otro, sus padres se encargan de cubrirles, algo muy parecido a una táctica de ataque de cualquier ejercito que se precie.
El hijo la caga, sus padres van y apoyan la cagada, pero ni para el hijoputa ni para sus padres la están cagando, simplemente es que la gente protesta por protestar y se quejan de todo, y que nunca ven lo que hacen los suyos.
Tratar con unos personajes semejantes es complejo, no existe una lógica en su comportamiento, funcionan a leñazos, es lo único que entienden, ni razonan ni dejan que alguien con un mínimo de raciocinio les diga nada.
Las PSP. Las Play, cualquier soporte que aguante videojuegos de palos, sangres y broncas es el regalo que hacen estos tipos de padres a sus hijos… son los que aportan a la educación del “angelito” lo que le faltaba para el duro, para ser más duro y “para que se sepa defender en la vida, lo que su padre no ha tenido lo tendrá mi hijo, además, que en esta vida hay que saber defenderse y pegar antes de que te peguen, y si lo puedes matar sin que te vean, mejor”.
Lo alarmante que todo esto tiene es que el hijoputa (hijo) le gana al padre en sus competiciones, supera con creces al estúpido de su padre, y si lo que pretende este que no se lleve las mismas tortas que se llevó él, lo está consiguiendo hasta en lo hijoputa que es, ya que el padre más que eso es un verdadero estúpido.

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