lunes, 17 de noviembre de 2008

ANTE LA CRISIS, SOLUCIONES

Er Desván
POR FÍN UN MERCADILLO DE SEGUNDA MANO, ARTESANÍA Y GASTRONOMÍA, EN VILLAMARTÍN (CÁDIZ).
¿DÓNDE COÑO ESTÁ LA CRISIS?
Por Jenu

Ayer domingo abrío sus puertas al público de la Sierra de Cádiz, un nuevo mercadillo de artículos de segunda mano, donde tú me compras lo que yo no quiero, y yo te compro lo que yo sí quiero y necesito.
Una brillante idea que ha partido de dos mentes recurridas y adaptadas a estos tiempos de constantes y hasta radicales cambios. Ellos son, Antonio Ramos y Antón Rodríguez, dos empresarios de la localidad gaditana de Villamartín.
El mercadillo estuvo ubicado a las puertas de la Taberna Manzanares, en la barriada del mismo nombre. Tres puestos se instalaron, dos de cosas usadas, y uno de artesanía de la Sierra de Cádiz, a cargo de otro emprendedor de la vecina localidad de Bornos, Gabi. En el puesto de Gabi, dos mujeres que trabajan con él, Elena y María, que siempre le acompañan, trabajando juntos desde hace mucho. Nos atendían con toda la simpatía de la que siempre hacen gala.
En este puesto podíamos encontrar desde pulseras hechas con una buena piel de ternera, collares, llaveros en la misma piel, que de manera artística, se había convertido en la cabeza de un caballo. También ropa india traída desde la tierra de los Incas… todo realizado artesanalmente y con una inmejorable calidad y presentación.
Por otra parte, Antón Rodríguez, uno de los organizadores como bien hemos dicho al principio, montó un puesto de grandes dimensiones, comentando “esto que he traído aquí hoy, no es ni una mínima parte de todo el material que componen mi exposición”. En su puesto –el de más variedad- podíamos encontrar desde una lámpara de mesa, hasta una mini moto, pasando por antigüedades, herramientas que ya tenían sus años, hormas de zapato, triturador de carne, cuadros, jarrones, llaves de casas viejas… También instaló para el disfrute de los niños y la tranquilidad de los padres, un Castillo hinchable, donde los chavales se lo pasaron bomba.
La Señora Charo Palma, y su marido Paco, también colaboraron con unos artículos de excelente calidad, pero con unos buenos precios, todos ellos traídos de Alemania. Una manta eléctrica, unos zapatos para hacer deporte, unos percheros realizados en metal de distintos colores, hechos de manera artesanal por sus hijo, que viven en Alemania. Charo y Paco, este matrimonio unido y feliz, han pasado media vida como emigrantes, disfrutando ahora de unas merecidas “vacaciones para toda la vida”, instalándose en la Sierra de Cádiz para vivir su “tercera juventud” sin agobios, y sobre todo y lo más importante, en la tierra que los vio nacer.
Todos/as ellos/as hicieron posible que este mercadillo que Antonio, el dueño de la taberna Manzanares llegó a llamar “El mercadillo de la crisis”, se hiciera posible. No solo eso, se hizo posible y se clausuró con un rotundo éxito de público, y de operaciones de ventas, tanto es así, que si el tiempo y la autoridad lo permite, se abrirá al público otra vez, el próximo domingo y sucesivos.
Desde a las doce del medio día, se prolongó hasta algo más de las seis de la tarde, en un domingo soleado donde apetecía estar en la calle, y sobre todo en ésta, que parecía vivir una de las grandes ferias de nuestros pueblos llegada la primavera. Día primaveral como hemos dicho, en el que no faltó nada de nada, y sobró entre otras cosas, el arte de apreciar y valorar el arte, por parte de visitantes y expositores.
Nuevos puestos se montarán, dando así a este nuevo mercadillo de ocasión, artesanía y gastronomía de la Sierra de Cádiz, carácter de “zoco Comarcal”, en donde los visitantes podrán conocer como vivían, qué herramientas utilizaban, que adornos se ponían y qué comían hace mucho, muchísimo tiempo, los pobladores de la Sierra de Cádiz.
Buenos tiempos y un buen augurio para este tipo de mercadillos, que siguiendo así, se le vaticina un buen futuro.
¿Dónde coño está la crisis?
Jenu











































































ARTÍCULO

Er Desván
Raros poetas muertos


JOAN BARRIL

Una pequeña salida matinal por el sur de Francia. Ese color gris de los edificios oficiales, ese silencio que deja escuchar el roce de una hoja cuando cae sobre la plaza, ese aroma de las chimeneas en invierno, esa sensación civil de los periódicos tan frescos como el pan. Y ante todo, ese monumento que siempre se encuentra en todos los pueblos franceses. Suelen ser monumentos de medida humana, enmohecidos ya por el paso del tiempo, pequeños prismas puntiagudos sobre cuyos lados expertos picapedreros de distintas generaciones han ido grabando los nombres de los ciudadanos locales que cayeron en alguna de las guerras de Francia. La gran guerra de 1914-1918 suele llevarse la mayor cosecha de muertos. Los muertos de la segunda guerra mundial llevan escrito el lugar de su defunción. Algunos nombres de las guerras de Indochina también tapizan esos monolitos. Probablemente, en el pueblo ya no queda ningún familiar que pueda llorarles, pero ahí está su nombre porque la República Francesa decidió no olvidarles.De regreso a casa leo una vez más la gran polémica sobre los exhumadores y los déjalo-como-está. Una vez más, la resistencia a sacar a la luz el cadáver de García Lorca. Es una cuestión opinable, porque lo mejor de los poetas no son sus huesos, sino sus poemas. Pero lo que ya no es tan opinable es ese silencio espeso y judicial con el que se intenta decir que de los poetas ajusticiados por el fascismo nos quedamos sus versos y callamos sus tumbas.Ese debate de hoy es algo que si lo pretendiéramos explicar a un marciano, caeríamos en un incómodo ridículo. Resulta que, en una guerra civil, cada bando se especializó en sus enemigos. Unos fueron a por los curas y a por los ricos. Y otros se ensañaron con los poetas, los maestros y en general los hombres de letras. A los curas se les beatifica, pero a los poetas se les deja pudrir. ¿Alguien de ustedes conoce una calle llamada García Lorca, en Barcelona? No se preocupen: la calle existe, entre la Via Favència y la montaña, en un pequeño barrio nacido del esfuerzo de la gente donde se abren otras calles dedicadas a poetas: Juan Ramón Jiménez, Antonio Machado, Miguel Hernández, una plaza dedicada a Unamuno y unos jardines en memoria del que fue concejal Serra Martí. Muy cerca de allí, una rotonda sin dirección postal, es conocida como plaza Karl Marx.No es casual que esos nombres de poeta se encuentren en un barrio trabajador. Pero tampoco debe de ser casual esa resistencia de los distintos gobiernos democráticos españoles a la repatriación de sus poetas. Esa tumba de Machado en Colliure, ¿qué indica? Acaso nuestro hijos creerán que Machado murió en la bella villa de Colliure porque estaba allí pasando sus vacaciones. Miguel Hernández, ¿acaso fue a la cárcel por robar un kilo de patatas? García Lorca, el desaparecido, ¿es que no merece un lugar para honrarle por más calles bienintencionadas que se bauticen con su nombre?No solo eso: un profesor de la universidad de Granada llamado José Antonio Fortes, en uso de su libertad de cátedra, se dedica a explicar que García Lorca era en realidad un fascista. Otro profesor, el poeta Luis García Montero, le afeó la conducta. Fueron a juicio. García Montero ha sido condenado y Fortes se sale con la suya. Resultado: García Montero abandona para siempre la universidad. Y mientras tanto hay gente que considera que de esos poetas muertos es mejor no hablar. Si hubieran sido franceses, ahora, al menos, tendrían un monolito compartido.
Fuente: El periódico.com

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