martes, 30 de diciembre de 2008

LAS ESTAFAS PIRAMIDALES NO SON COSA NUEVA

Er Desván España vivió su propio 'caso Madoff' en el siglo XIX

No solo ha sido la estafa del año sino, probablemente, de toda la historia. El caso Madoff ha salpicado a medio mundo con miles de afectados, entre ellos, bancos e inversores españoles. Curiosamente la inventora de este fraude piramidal fue una española a finales del siglo XIX.
La mayor estafa de la historia con el timo más antiguo del mundo. Un simple sistema piramidal le sirvió a Bernand Madoff para conseguir más de 38.000 millones de euros de banqueros, grandes empresas y gurús económicos de medio planeta. Los expertos calculan que el proceso judicial durará más de 10 años. Participarán juzgados de más de 50 países, se crearán cientos de comisiones rogatorias que viajaran a EEUU y la vista oral podría durar hasta un año. Con este panorama, muchos afectados se quedarán por el camino.En España, las estafas piramidales tuvieron su apogeo con los casos Gescartera y Afinsa. Medio millón de afectados a los que se les esfumaron 5.000 millones de euros.
Cuentan los libros que la creadora del timo piramidal fue Doña Baldomera Larra, hija del escritor madrileño Mariano José de Larra. En 1876 consiguió un botín de 22 millones de reales pidiendo una onza de oro a cambio de devolver dos en una semana.
Fuente: Antena 3 noticias.Óscar Guillén / Jose Capita




La historia de Doña Baldomera Larra, la creadora del timo piramidal
Doña Baldomera Larra Wetoret era hija de Mariano José de Larra el famoso poeta madrileño. Había nacido después de suicidarse su padre. Estaba casada con un médico de la Casa Real, el Dr. Carlos de Montemayor con quien tuvo varios hijos.
Cuando llegó el Rey Alfonso XII, el marido de Doña Baldomera no quiso continuar en el cargo, y decidió marchar a las colonias de Ultramar, a Cuba. Doña Baldomera quedó un tanto desvalida, pero como era mujer de recursos un día se le ocurrió una brillante idea. Pidió prestada una onza de oro a una vecina prometiéndole que en un mes se la devolvería duplicada. Doña Baldomedra cumplió su promesa y al verlo, la vecina contó a otras amistades “el milagro que había realizado Doña Baldomera”. Le había devuelto el doble de dinero.No tardaron en llegar una serie de clientes atraídos por la ganancia fácil con su onza de oro y algunos con algunas más, rogando a Doña Baldomera que aceptase aquellos dineros y que hiciese el mismo milagro que a su vecina. Ella aceptó los dineros, entregándoles un recibo. Cumplió religiosamente devolviendo sus ganancias a sus “impositores”, lo que le proporcionó más clientela todavía al correrse la voz.
Así surgió “La Caja de imposiciones”. Y ella pagaba a los primeros que llegaban, con el dinero de los que seguían sin poner ella ni un duro. Acababa de descubrir “la pirámide”.
Tenía cola todos lo días para recibir los dineros que llegaban en grandes cantidades. Muchos recogían los intereses y dejaban el capital, y otros dejaban capital e intereses y la bola de nieve crecía y crecía. Fue tal la avalancha de gente que no tuvo más remedio que mudarse de vivienda. Aquella mujer, entrada en años, simpática y amable con todo el mundo tenía cada vez más clientela.
Muchos le pedían préstamos y a todos atendía la dama con su simpatía habitual y su arcas siempre estaban llenas. Y así fue como la llamaron “la madre de los pobres”, Sin embargo, muchos pensaron que había una trampa en aquel negocio. Era materialmente imposible que en un mes el dinero invertido produjese 30% de interés. Pues, así era, aunque ningun negocio de otra naturaleza produjese ese beneficio. Pero ella seguía una y otra vez pagando escrupulosamente a los impositores.
Muchos que tenían más confianza con ella llegaron a preguntarle cómo lo hacía, a lo que ella contestaba: “Es mi secreto”…”Algún día se sabrá y verán cómo es tan sencillo como el huevo de Colón”.
Algunos le preguntaban qué garantía ofrecía la “Caja de Imposiciones” a sus clientes pensando que podría declararse en quiebra en cualquier momento. A estos les sonreía y decía: “¿Garantía? ¿En caso de quiebra quiere usted decir? Una sola: “El Viaducto”.

Fuente:d€Finanzas

Hubo más...

Por Jenu

como esta ancianita portuguesa, la "banquera del pueblo", que más bien se parece al bandido portugés "Ze do Telghado". "Esta estafadora del pueblo" ya está fallecida, (afrortunadamente para muchos). No son éstos los únicos casos, ni serán los últimos. En tiempos precarios, el ingenio de estos personajes se agudiza, y no los tenemos muy lejos, ni se tienen que molestar en buscarnos, somos nosotros, "caninos" por la crisis, con deudas que no nos dejan dormir, los que salimos a su encuentro, y agradecidos en un principio, reunificando deudas, prolongando nuestros males y sufrimientos y pagando unos interes desosbitados, hasta que nos damos cuenta, y ya es demasiado tarde, nos la han metido hasta las cejas, y por muchos años, es la herencia que recibirán nuestros hijos, nietos, biznietos.....Er Desván/Jenu.2008



Branca dos Santos
La 'banquera del pueblo' de Portugal
Branca dos Santos, 74 años, es en estos días la portuguesa más famosa del mundo. Parece una abuelita de buena familia, de las que conservan el hábito de la misa matutina, son queridas de los niños y saludan a todos con una sonrisa cariñosa. Pero anda rodeada de guardaespaldas con aire de matones y cuando llega a su con consultorio se para la circulación y centenas de personas se precipitan para verla y tocarla entre gritos y empujones: dicen que por sus manos regordetas y bien cuidadas han pasado ríos de dinero, y un vulgar papelito con su firma vale más que los pagarés del Banco de Portugal. Es doña Branca, la banquera del pueblo, hada buena de los necesitados; una santina, según el fervor popular; una de las mayores estafadoras de todos los tiempos, según sus pocos pero despiadados adversarios.
Doña Branca no se parece en nada a las deslumbrantes banqueras de la pantalla. Bajita, regordeta, lleva gafas oscuras y el pelo, blanco y bien cuidado, recogido en un moño discreto, como conviene a una señora de más de 70 años. Viste con sencillez, pero con cierta elegancia: un conjunto, estampado negro y rosa, el día de su reaparición pública; un abrigo de pieles, en invierno; unas joyas también discretas, pero de valer, y toda su persona da la imagen de una riqueza sin ostentación, que es habitual en quien no conoció nunca los apuros económicos. No se pinta y aparenta los años que tiene, pero cuando sonríe, y lo hace a menudo, su rostro se anima de una alegría muy juvenil, sus ojitos vivos tienen un brillo malicioso y sus labios descubren un diente un poco saliente que la hace parecerse a un conejito travieso.Es la simpatía en persona, y desde que ocupa la primera plana de la Prensa portuguesa no se ha encontrado alguien para hablar mal de la buena señora. Bastó su presencia para deshacer como por encanto la angustia, -bien visible- en los rostros de las muchas personas que esperaban ansiosamente la reapertura de sus oficinas de Lisboa para saber del destino de los ahorros confiados a la banquera del pueblo.
"Es la mujer más honesta de Portugal"; "es más importante que el primer ministro"; "he venido del norte del país, pero me voy tranquila porque he podido verla, sé que está bien y aquí no ha pasado nada", eran los comentarios que se oían a la puerta de doña Branca el pasado lunes.
Pero ¿quién es realmente Branca dos Santos? Los datos conocidos son muy pocos y no justifican, a primera vista, la confianza ciega de miles de personas que le entregaron sin la más mínima garantía legal millones de pesetas. Ella se describe como "una solterona que no perdió nunca la ilusión de hacer el bien", católica practicante que teme a Dios y vive en conformidad con las virtudes burguesas y los mandamientos de la Iglesia. "Una persona seria, que no creó nunca problemas a nadie", dicen los vecinos de la casa, modesta pero confortable, donde vive, en un rincón apacible de Lisboa. No se le conocen parientes más próximos que unas sobrinas, primas o ahijadas jóvenes que le hacen compañía. Doña Branca come en casa y, como todos los portugueses, no se pierde la telenovela brasileña de la sobremesa de la noche.
No reveló nunca la verdad de sus negocios, pero sus ex colaboradores dicen que no es persona de mucha cultura, y algunos. afirman incluso que es casi analfabeta, afirmación poco verosímil a juzgar por la manera simple, pero correcta, de hablar. No se le conocen grandes propiedades, y las llamadas casas de doña Branca -un chalet en una playa modesta, al sur de Lisboa, y otra en un pueblo rural, a unos 25 kilómetros al norte de la capital- están a nombre de unas primas o sobrinas: son de esas casas sin características, como las construyen los emigrantes portugueses que trabajaron unos años en Francia: grandes, sólidas y más bien feas.
En su pueblo natal tampoco se recogen elementos para enriquecer una biografía: siempre fue una mujer seria, de una familia acomodada; su padre también "tenía el mismo negocio"; nunca faltaron a su palabra; son respetados y queridos porque, "en caso de desgracia, siempre se podía acudir a ellos". No saben tampoco decir por qué no se casó: en los pueblos, donde todo se sabe, hay siempre un enorme pudor para revelar las historias íntimas a los forasteros. Pero sí oyeron decir que doña Branca tuvo un caso de amor con un señor importante del antiguo régimen, un banquero para más precisiones, que, si vive aún, debe tener ahora sus 90 años. Si fue el que inició a Branquinha en los secretos de los negocios y le enseñó cómo repetir con billetes de banco el milagro evangélico de la multiplicación de los panes, nadie lo sabe, sino únicamente que eran muy amigos.
De la generosidad de doña Branca todo el mundo conoce ejemplos: de los coches ofrecidos a sus colaboradores, de mucho dinero prestado sin interés y sin garantías para pagar una hipoteca vencida, salvar de la quiebra a un pequeño empresario o a un comerciante en apuros.
El futuro se encargará de revelar lo que hay detrás de este personaje, que parece una reencarnación del popular bandido portugués Ze del Tejado (Ze do Telghado).
Fuente:Nicole Guardiola desde Lisboa el 20/09/1984 y publicada por El País.

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