miércoles, 20 de agosto de 2008

ARTÍCULO


LOS POBRES
Por Jenu



“De tanto nombrarlos me pica la cabeza, al final,, tendremos piojos aunque de manera psicológica” Jenu

Todo el mundo se ha vuelto pesimista en España. De tanto hablar de crisis, al final, me lo voy a creer hasta yo,, que en definitiva solo soy pobre, eso es lo que creo yo, o por lo menos antes, lo era. Los pobres no padecemos la crisis de la misma manera que los demás mortales, no, tenemos una muy peculiar manera de llevar las cosas.

Antes los pobres éramos de otra manera, daba gusto vernos. Un pobre no usaba ropa de marcas, que va!! Eso era contra natura. Como mucho un remiendo más en los pantalones, o los refuerzos de skay que se usaban como coderas y rodilleras. Un pobre antes no tenía dos coches en su casa. El pobre antes tenía o bicicleta, motocicleta con serón para buscarse la vida, o sus sandalias, y el coche de Curro Montoro, que era el único taxi que había en el pueblo, o al menos al que avisaba mi madre para ir a Sevilla a casa de mi hermana antoñita. El coche de Montoso era antiquísimo, pero de gama alta.
Tenía 5 plazas, y unos asientos supletorios en el centro donde cabían 3 Viajeros más. Para ir a Sevilla nos levantábamos a las cinco de la mañana, iba casa por casa recogiendo a la gente, que como mi madre y yo, íbamos de viaje. Al llegar a Sevilla, era al revés, bloque por bloque, piso por piso para dejar a la gente hasta el mismo salón.
Los pobres antes compartíamos, y por hacerlo hasta compartíamos “el hambre”. Nos unía la necesidad. Ningún pobre le daba en la cabeza a otro con algo que se había encontrado, simplemente lo compartía. Para las amas de casa de entonces, a las que les sobraba tiempo para hacer muchas cosas, era una alegría llamar a la vecina para compartir un puchero que había comprado gracias a un buen día de rebusco de aceitunas que tuvo su marido. Se compartía porque nunca se sabía como estaría nuestra olla al día siguiente, lo más seguro es que estuviera vacía. Todos éramos pobres, no había término medio, o pobre, o rico, no había otra.
Ni tele, ni lavadora, ni Vitro, ni videoconsola, ni ordenador, ni nada de nada que se pudiera acercar a la comodidad.
Un baño de zinc lleno de agua en el patio nos alegraba el verano. Por la noche dormíamos en la azotea o en la puerta de la calle. Las tertulias en las puertas se prolongaban hasta altas horas de madrugada, pocas envidias había entre los pobres. Éramos felices teniendo la tripa llena.

Hoy en día, los pobres, son los que aparecen por las costas andaluzas, a cientos diarios, en vulnerables embarcaciones y con su hambre a cuesta. Aquí, en España hemos vivido una mentira, una ficción económica. Hemos pasado de la noche a la mañana de ser muy pobres a ser de una rara clase social, en donde un albañil ganaba más que un alcalde, y de repente, a ganar lo que se dignen.
El camino que llevan los números en nuestro país es convertirse en rojos, ya lo están, y nosotros con suerte, nos conformaremos con poner la olla cada día en nuestros fogones, que pasarán de Vitro a carbón de barbacoa, esto si nos lo permite nuestra hipoteca.

“Forra a un perro de oro y le llamarán Don perro”

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