lunes, 23 de febrero de 2009

TODO LO QUE DEBE SABER SOBRE EL 23-F (Aquí)

Er Desván
Una versión del 23-F
Son las diez de la mañana y me encamino hacia el Congreso de los Diputados para presenciar desde la Tribuna de invitados, justo encima del reloj, los debates de la investidura del nuevo presidente del Gobierno. El letrado de las Cortes, Nicolás Pérez-Serrano, amigo y colega, me ha proporcionado la invitación. Durante toda la mañana, se van desgranando las últimas intervenciones de los diferentes partidos, pero ya se percibe que en la votación de la tarde, Calvo-Sotelo logrará la mayoría suficiente para ser investido presidente del Gobierno, tras la enigmática y preocupante dimisión de Adolfo Suárez.
A las dos he quedado a almorzar con mis díscipulos Pilar del Castillo, Luis López Guerra, Santiago Varela, y Eduardo Espin, en el restaurante La Bola, cerca del Senado. Durante el almuerzo hablamos de la situación política, que a nuestro juicio es preocupante porque no acaban de desaparecer los últimos restos del franquismo, aderezados también con la estupidez terrorista de la ETA.
Como los designios del azar son inescrutables, un insoportable dolor de cabeza me deja tan inservible, que renuncio, como era mi intención, a volver al Congreso para presenciar la votación de investidura. Vuelvo a casa y me echo un rato, pero a pesar de todo, por deformación profesional, con la radio encendida para seguir un acto tan importante. La votación empieza por la letra G, según sorteo, y cuando pronuncia el Secretario de la Cámara el nombre del diputado del PSOE, también amigo mío y colega, Manuel Nuñez Encabo, oigo ruidos confusos y una voz pronuncia una inquietante frase: "Todos al suelo".
Pienso que mi dolor de cabeza me hace delirar. Pero no. Algo muy gordo está pasando en el Congreso. Me levanto y enciendo el televisor, quedándome espantado, porque han dejado de transmitir el acto del Congreso. Al menos alguna emisora de radio sigue todavia transmitiendo en directo. Un grupo de guardias civiles, al mando, según parece, del inconfundible Teniente Coronel Tejero, ha invadido la Cámara y hay un desconcierto general.
Ahora ya no hay dudas. Se trata de un golpe de Estado, de un pronunciamiento de los que nuestra historia del siglo XIX ha sido tan pródiga. Por la radio se oye cómo se disparan varios tiros al techo, rozando –imagino - el reloj sobre el que debía de haber estado yo. Se me ha ido totalmente el dolor de cabeza y me agarro al teléfono para llamar a varios amigos. Todos están muy preocupados y empezamos a pensar en buscar refugio en casa de familiares o amistades no politizadas, pues si el golpe triunfa habrá una enorme represalia contra los demócratas de toda clase.
Tejero entró hacia las 6 de la tarde, y a las doce de la noche, la confusión es total. Milán del Bosch ha sacado los tanques a la calle en Valencia. Se habla de la Compañía acorazada que se dirige a Madrid. Pero todavia alguna radio sigue sin estar controlada y nos va informando. Es casi la una, cuando en televisión anuncian un mensaje del Rey a la Nación. Creo que su intervención nos tranquiliza a todos, pero no de forma total, porque no están atados todos los cabos. En todo caso, creo que ya no es necesario hacer la maleta.
Todo esto que acabo de narrar, lo he revivido mientras contemplaba anoche la película sobre el 23-F que ha proyectado RTVE en dos capítulos, y que se aproxima bastante a la verdad de lo que ocurrió. Por cierto, me pareció ver un ejemplar de EL MUNDO entre los periódicos que manejaba el Rey, cuando entonces todavía no existía, y la votación se interrumpio en la letra n y no en la que se dice en el film. En fin, si aquellos descerebrados hubieran logrado triunfar, España habría entrado en un torbellino de iniquidades, porque no se puede estar gobernado por una pandilla de energúmenos. Como le decía Talleyrand a Napoleón "las bayonetas pueden servir para muchas cosas, pero no para sentarse en ellas".
Fuente: El Mundo/JORGE DE ESTEBAN

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